LOS PASOS PERDIDOS
Tampoco Bertolt Brecht estuvo en Bilbao y ello no le impidió llegar a las mismas conclusiones. La luna de Bilbao –traducción arriba, traducción abajo- tutela una historia de amor donde el amor es a veces posible y a veces imposible. Bills Ballhaus in Bilbao. Alter Bilbaomond. Bilbao Song. Y es que no hay lugar –en la versión en castellano- donde uno pueda estar tocando el más allá, como en Bilbao.
A la altura de Orduña, poco antes de llegar a Llodio, me despierta esa luna en forma de concepto frío, pesado, nervioso, adosado al aire del vagón que golpea sin piedad la piel de mis huesos. No me asusta –dice el concepto- que se trate de otro país, lo que verdaderamente me asusta es que se trate de otro planeta. Así las cosas, no es de extrañar la sorpresa a la llegada a Basauri, quizás por el recuerdo de aquella novia infantil vecina de Soloarte o de Balendin Berriotxoa, ni la crisis de ansiedad al primer repecho, empinado, de la conversación en Durango. ¡Menos mal que mi interlocutor, un hombre sabio, también está curtido en mil batallas! Y que espero –o necesito, que viene a ser lo mismo- que me haya comprendido como se acaba por comprender a un volcán en erupción o a un estúpido terremoto. Wittgenstein tiene para estos casos una justificación bastante sencilla: “¿Porqué hacemos este tipo de cosas? –pregunta. Porque este es el tipo de cosas que hacemos”. Así, terapéutico, dejando de lado las dudas y los objetos metafísicos y sagrados.

Desde la ventana del hotel observo los cambios de luz a distintas horas del día. La toma fotográfica siempre es la misma: a la izquierda el Teatro Arriaga, estilo segundo imperio con elementos renacentistas; el Puente del Arenal, en el centro, con la serpiente verde del tranvía y el skyline de las alturas, amenazantes y ligeras; y el quiosco de la música, modernista, a la izquierda, junto a la imagen detenida, petrificada, del bertsolari Beitia. La crónica de la aldea perdida me espera en casa, otra prueba evidente de que existo, y yo paseo por Barrencalle porque sí, porque me recuerda a un amigo.
Cuando todo esto desaparezca –pienso- sólo se escucharán las voces en el silencio, milenario, de las historias mínimas. “Lo que nos dejan las civilizaciones –escribió Michel Foucault- como monumentos de su pensamiento, no son los textos sino más bien los vocabularios y sus sintaxis”. A pesar de ello, compro libros en Gatazka Gunea, en la calle Ronda (Techno Rebelde, de Ariel Kyrou, editorial Traficantes de Sueños) porque, a esas horas, la luna de Bilbao sigue escondida tras las nubes. Quizás la luna de Bilbao no haya estado nunca en Bilbao y sólo se trate de un desafortunado malentendido. Pero la luna de Bilbao es así de hermosa, así de bella, para Brecht, para mi y para la ansiedad. Y todos, en cuanto podemos, corremos a refugiarnos en ella, en Bilbao mismo o en donde sea, más allá de Bilbao incluso y tocando el más allá, como en Bilbao.
2 comentarios
Magda -
Algun día nos contarás sobre aquella novia infantil vecina de Soloarte y la magia que va desde el presente.
Un abrazo para ti (hermosa imagen la de la cabeza de tu espacio).
Enrique -
Del cerro vengo bajando.
Camino y piedra.
Traigo enredada en el alma, viday,
una tristeza.
Traigo enredada en el alma, viday,
una tristeza.
Me acusas de no quererte.
No digas eso.
Tal vez no comprendas nunca, viday,
porqué me alejo.
Tal vez no comprendas nunca, viday,
porqué me alejo.
Es mi destino:
piedra y camino.
De un sueño lejano y bello, viday,
soy peregrino.
De un sueño lejano y bello, viday,
soy peregrino.
Por más que la dicha busco,
vivo penando,
y cuando debo quedarme, viday,
me voy andando.
Y cuando debo quedarme, viday,
me voy andando.
A veces soy como el río:
llego cantando,
y sin que nadie lo sepa, viday,
me voy llorando.
Y sin que nadie lo sepa, viday,
me voy llorando.
Es mi destino:
piedra y camino.
De un sueño lejano y bello, viday,
soy peregrino.
De un sueño lejano y bello, viday,
soy peregrino.
(Atahualpa Yupanqui)
Georges Brassens, Violeta Parra, Vincent van Gogh,
Franz Kafka "in memoriam".